Sala Gabriela Mistral

“Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca”.

Desde la concepción del Museo de Arte Colonial de San Francisco, se pensó en destinar un lugar especial al gran legado inesperado de la poeta Gabriela Mistral, quien en su testamento donó al pueblo de Chile la medalla y el pergamino del Premio Nobel bajo la custodia de la orden franciscana.

El 16 de noviembre 1983 se inauguró la sala, en la que además de las réplicas del premio se albergan numerosos objetos personales de la poeta, seguidora de san Francisco de Asís a través de la Orden Franciscana Seglar.

Como ella misma expresó en una carta personal escrita a Gonzalo Zaldumbide, refiriéndose a Palma Guillén, su abrazo al franciscanismo fue durante su primer viaje a Europa: «Un día se dio cuenta y emprendió la tarea de convertirme: «Me da una pena inmensa que tú andes entre supersticiones asiáticas». Me discutió mucho, y me puso el budismo en irrisión, por donde me lo rompió mejor; y en nuestro primer viaje a Europa me hizo hermana tercera de San Francisco».

En el museo hay diplomas, condecoraciones de universidades chilenas y extranjeras, municipios y otras distinciones, cartas, escritos de puño y letra, esculturas, el prendedor que usó cuando recibió el Nobel y su biblia con anotaciones y otros objetos personales de devoción, como el crucifijo y rosario, que atesoraba mucho, donados en su mayoría por Doris Atkinson, la sobrina de la primera albacea, Doris Dana.

«Estaba sola en Petrópolis, en mi cuarto, escuchando en la radio las noticias de Palestina. Después de una breve pausa en la emisora se hizo el anuncio que me aturdió y que no esperaba. Caí de rodillas frente al crucifijo que siempre me acompaña y bañada en lágrimas oré: ‘¡Jesucristo, haz merecedora de tan alto lauro a ésta tu humilde hija!’…» Escribió Gabriela Mistral sobre el momento en que se enteró del anuncio del Premio Nobel, el 15 de noviembre de 1945.

Muchos investigadores y publicaciones comentan que Gabriela Mistral fue enterrada con el hábito de San Francisco, pero de lo que sí hay certeza es que en su tumba llevó el cordón franciscano que utilizan las tres órdenes fundadas por San Francisco.